Taca-taca, andador, correpasillos, “carruchas”… ¿Realmente les enseña a caminar?
Cuando planeamos la llegada de un bebé, y empezamos a pensar en los muebles y accesorios que necesitamos, se nos puede ocurrir en algún lugar de la lista el llamado taca-taca, andador o correpasillos. Nos referimos a aquellos que sujetan al niño proporcionándole una especie de asiento que pasa entre las dos piernas. Este asiento va sujeto a una estructura circular o rectangular que rodea al niño y que lleva unas patas con sus pertinentes ruedas en contacto con el suelo.
Los niños, normalmente a partir del sexto mes (aunque cada uno tiene sus propios tempos), empiezan a experimentar la postura de cuadrupedia (a las cuatro patas) a sedestación (sentado) y más adelante experimentan el paso a ponerse de pie, cogiéndose de lo que dispone a su alrededor. Pues bien, es en esta etapa cuando parece que el taca-taca puede favorecerle para que se suelte y camine sin agarre. En cuanto le ponemos en el taca-taca vemos que no necesita agarrarse, que camina y corre solo sin miedo, y que además, no se chocará (directamente) ya que antes de golpearse él contra algo lo primero que impactará será el andador. Por lo que parece que sea una gran ayuda para que experimente el movimiento a dos piernas.
Mucho me temo que no va a ser así y os explico por qué:
¡FALSA SENSACIÓN DE APOYO! Una vez sentado, le quedan las piernas estiradas con los pies tocando al suelo. En este primer paso es donde debemos fijarnos: ¿qué sujeta al niño? ¿El asiento o sus propios pies? Exacto, el asiento del andador. Por eso mismo es por lo que sus piernas no aguantan su peso; en cambio, cuando caminamos deben ser nuestras piernas quien nos sujete; aunque sus pies toquen al suelo, sólo se deslizan, no es una presión con su propio peso. El andador le hace desplazarse, pero no a caminar.
ALTERACIÓN DE LA INTEGRACIÓN DE LAS SENSACIONES. Los niños suelen recibir sensaciones del exterior (frío, calor, estable, inestable, etc.) a través de las manos y los pies (la boca también es un órgano receptor de sensaciones y texturas aproximada y especialmente durante el primer año de vida). Solemos llamar a eso información propioceptiva, es decir: aquello que captamos del exterior y la forma en la que nosotros nos adaptamos a ello con nuestro cuerpo (por ejemplo, cuando caminamos sobre piedras, sentimos que algunas nos provocan que el pie resbale, otras nos hacen tropezar, que nos hacen colocar el pie en una posición forzada, etc. En función de estas sensaciones reaccionaremos de una forma u otra con nuestros movimientos, con el objetivo de no caer). Pues bien, el niño necesitará de dicha información cuando camina, y más cuando da sus primeros pasitos. Las respuestas que él haga con su cuerpo estando en el andador no se adaptarán a la realidad del caminar. Porque el andador confunde la información del exterior, sobre todo porque el niño no sostiene su peso con sus piernas, como hemos explicado antes (hablamos de integración sensorial en otro artículo).
FORMACIÓN Y CRECIMIENTO DE LAS CADERAS. Otro aspecto a señalar es la repercusión que la sujeción del andador tiene a largo plazo en su formación pélvica y la mecánica de su futura marcha. ¿Qué queremos decir? Cuando los bebés nacen, a causa de la flexión que presentan en el vientre materno (posición fetal), parten de unas caderas en “varo” (piernas arqueadas) fisiológico, algo natural. A medida que va aprendiendo a ponerse de pie y a caminar, la carga de peso vertical (des de la cadera, hacia abajo, fémur – tibia – peroné – pie) hace que deje atrás este “arqueo”. Esto es un proceso lento que puede durar hasta los tres años sin ningún problema. Este “varo” fisiológico se altera cuando sometemos al niño a posturas exageradas, como la del andador. Podría pasar que esta postura exagerada del andador le provocara un “varo” de cadera de por vida. En un principio, si no hay ninguna otra alteración de base, no es ningún problema exageradamente limitante. Pero lo cierto es que va a generarnos desalineaciones en nuestro sistema esquelético y que aparezcan en la vida adulta dolores o molestias a causa de esta desalineación que se ha forjado en los primeros años de nuestra vida.
RIESGO DE ACCIDENTES. Aunque parezca que el primer impacto, en caso de que choquen, sea para el caminador y sea el más fuerte, lo cierto es que el segundo impacto será un rebote del primero, casi doblando la fuerza del primer golpe. Se fácilmente el riesgo de golpes con el andador. La velocidad que los niños acostumbran a coger es bastante frenética, sobre todo por dentro de casa, rodeados de cantos de mesas, sillas y muebles. Se han descrito casos serios de traumatismos craneoencefálicos, contusiones, fracturas, etc. Con lo cual, no son tan seguros.
En algunos países no está permitido el uso este tipo de accesorio. No sé si es necesario prohibirlo, pero sí que debemos conocer sus efectos en el cuerpo y la seguridad del niño. Por otro lado, aunque no para caminar hemos comentado que sí sirven para desplazarse por espacio. Ahí es donde quizás podríamos destinarlos a aquellos niños que por una patología determinada sabemos que no desarrollarán la capacidad de caminar y que, por otro lado, sería importante que experimentasen el hecho de desplazarse por sí mismos de forma autónoma. Opino que sería uno de los casos a valorar si puede ser beneficioso al niño el uso de andador. Como siempre, se debe estudiar cada caso para personalizarlo y proporcionar los recursos más apropiados a cada niño.
Sandra Ferré
Fisioterapeuta. Especialista en fisioterapia pediátrica
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