SEPARACIÓN Y DIVORCIO: ¿CÓMO PUEDE AFECTAR A NUESTROS/AS HIJOS/AS? ASPECTOS PARA TENER EN CUENTA
Un divorcio o separación supone un gran cambio en la vida de la familia, especialmente cuando hay niños pequeños. Se considera un acontecimiento vital estresante para los hijos y, como tal, puede tener consecuencias en su bienestar. Los papás y mamás transitando por este proceso se ven sumergidos en un mundo completamente desconocido para ellos, donde las dudas, miedos, inseguridades y preocupación por los pequeños se disparan. Con la finalidad de protegerlos e intentar evitar su sufrimiento, a menudo se toman determinadas decisiones o se emprenden determinadas acciones que, aunque bien intencionadas, pueden tener un impacto negativo en los hijos.
Ante esta situación, son muchas y variadas las creencias sobre qué hacer con los/as niños/as, sobre todo en torno a cómo y cuándo deben ser informados. No obstante, como decíamos, no todas las respuestas o actuaciones son igual de válidas para asegurar su bienestar y tranquilidad. Por ello es importante saber qué necesidades tienen los/as niños/as en estos momentos, qué debemos evitar a la hora de comunicar la noticia y qué reacciones podemos esperar en ellos.
¿Qué necesitan los/as niños/as en estos momentos?
Lo primero de todo: es indispensable proporcionarles información real y sincera sobre lo que está sucediendo y lo que va a pasar a partir de ahora con ellos. ¿Qué aspectos debemos tener en cuenta?:
- Pensar en el espacio físico y temporal adecuado donde dar la explicación: disponer de tiempo y escoger un lugar conocido, donde se sientan seguros y puedan hacer las preguntas que necesiten, así como tener un espacio físico, mental y emocional donde airear sus preocupaciones.
- Tener en cuenta la edad de los/as hijos/as y amoldar la explicación a su nivel de madurez.
- Informar de la situación como una decisión conjunta y estable, una vez esta ya esté tomada. NO informarles antes. La anticipación genera incertidumbre y angustia.
- Evitar que se sientan culpables: transmitir que es una decisión de los adultos, que no tiene nada que ver con los/as hijos/as.
- Generar percepción de seguridad y control: explicarles qué pasará a partir de ahora con ellos y dónde vivirá cada persona. Con los más pequeños/as, calendarios visuales donde consultar dónde estarán y cuándo verán a cada progenitor, pueden ser útiles para comprender y adaptarse mejor a la nueva situación.
- Evitar su posicionamiento: no informar sobre los motivos de fondo del conflicto ni proporcionar información que no están preparados para gestionar o sostener. Para los/as niños/as ambos progenitores siguen siendo sus figuras de referencia, los dos son igual importantes para ellos y deben mantener relaciones significativas con cada uno. Lo que necesitan es saber que ambos seguirán estando ahí para ellos, jugando, cuidándoles y protegiéndoles. Hacerles partícipes del conflicto, de forma directa o indirecta, sólo aumentará sus inseguridades y angustia, puesto que, además, no está (o no debería estar) en sus manos el desenlace de la situación o la resolución del conflicto. Crear nuevas rutinas les ayudará a sobrellevar la nueva realidad.
- Son momentos de alta vulnerabilidad emocional para los pequeños, por eso es importante que se sigan sintiendo especiales y arropados. Recordarles que, aunque la situación cambie y ya no vivan todos juntos, seguirán siendo sus padres y madres y les seguirán queriendo y cuidando de la misma manera.
- Los niños deben seguir siendo niños. Es de vital importancia tener esto en cuenta para su desarrollo sano y separar las decisiones, información y tareas que forman parte del mundo de los adultos de las que pueden compartir con los pequeños.
Algunas familias también se sienten angustiadas a la hora de dar el paso y decidir separarse, pues sufren por todo el cambio que esto puede generar en la vida de sus hijos/as, y es frecuente que aparezcan sentimientos de culpabilidad. Es innegable que se trata de un proceso desagradable, estresante e incierto. Sin embargo, está demostrado que la conflictividad, las peleas, las discusiones, el desacuerdo y la hostilidad parental y en el hogar suponen un factor de riesgo muy superior para el desarrollo del niño/a y para la aparición de posibles dificultades emocionales y de salud mental que el divorcio en sí. Tanto la exposición a altos niveles de conflicto entre los progenitores, sobre todo si se sostiene en el tiempo, como la percepción del propio conflicto, están asociados a pérdida de autoestima en los/as niños/as y aparición de ansiedad.
¿Qué conductas pueden manifestar los niños?
Hay ciertas reacciones normales y transitorias que podemos esperar, pero que no deben suponer un deterioro significativo en su día a día o en su actividad habitual. Pueden sentirse tristes, enfadados o asustados; pueden aparecer dificultades conductuales, de concentración, de sueño y/o de alimentación; así como también surgir fantasías de reunificación. Como decíamos, estas reacciones suelen ser transitorias e ir remitiendo a medida que se estabiliza la situación.
El acompañamiento por parte de los progenitores en estos momentos es primordial y contar con asesoramiento o ayuda profesional antes de comunicar la decisión puede ser de gran ayuda para algunas familias. No obstante, es fundamental acudir a un profesional en todos los casos que se observe cronificación de las conductas comentadas o aparición de señales de alarma como una pérdida objetiva de peso, insomnio persistente y significativo de más de un mes de duración, aislamiento o retraimiento social que no existía antes de la separación, pérdida o regresión de hábitos ya adquiridos y negación o resistencia persistente a realizar actividades cotidianas durante más de 6 meses.
Gisela Solé
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