¿Qué es el mutismo selectivo?
El mutismo selectivo es la dificultad que presentan algunas personas para comunicarse de forma verbal e interactuar con otros en situaciones sociales poco familiares o con desconocidos.
Cuando estás personas se encuentran en un entorno en el que se sienten seguros, por ejemplo cuando están en casa, pueden hablar y comunicarse con normalidad. Este hecho, nos indica que estas personas no carecen de habilidades comunicativas, sino que tienen dificultades para ponerlas en práctica cuando se encuentran en un entorno inseguro, fuera de lo que podríamos llamar “zona de confort”.
Para hablar de mutismo selectivo, previamente es necesario descartar la presencia de causas médicas o la existencia de algún problema en el desarrollo de la capacidad del habla. Las causas son psicológicas, y en ocasiones se puede confundir con la fobia social o una timidez extrema.
Este trastorno suele aparecer en la infancia, y está muy vinculado a la ansiedad. Genera mucha angustia y sufrimiento, e interfiere directamente en la vida social y académica de la persona que lo padece. Estas personas tienen miedo a ser juzgadas y/o evaluadas.
En la mayoría de los casos no suele ser intencionado. El menor quiere comunicarse pero le resulta imposible hablar, entonces trata de hacerlo por medio de gestos.
La manera de intervenir puede diferir en función de cada caso, pero para ofrecer nuestra ayuda a estas personas, es importante en primer lugar, establecer un vínculo de confianza y crear un entorno y espacio en los que el niño/a se sienta seguro.
En segundo lugar, es importante tener en cuenta que el niño/a es plenamente consciente de sus dificultades, por lo tanto nosotros no debemos recalcar esta falta de interacción o de respuesta dado que podría interferir directamente en su autoestima. Podemos comunicarle que somos conocedores de sus dificultades, pero que en ningún momento vamos a presionarle para que hable. Respetaremos su espacio y en el momento en el que se sienta preparado/a estaremos dispuestos a escuchar y ofrecer nuestra ayuda.
Favorecer su autoestima es importante. Tenemos que reconocer sus esfuerzos y proponerle metas realistas. Aumentaremos el nivel de dificultad o de exposición de manera gradual y teniendo en cuenta la evolución del menor.
Podemos empezar a trabajar a través de la imitación de gestos. En este ejercicio no es necesario comunicarse de manera verbal. Lo que se pretende es motivarle a tomar la iniciativa.
Primero nosotros hacemos una secuencia de movimientos y después el niño/a debe repetirnos. La primera fase de esta actividad no le genera tanta angustia dado que somos nosotros los que tomamos la iniciativa.
En la segunda fase invertimos los roles. En este caso sí tiene que tomar la iniciativa. Propone gestos que nosotros repetiremos. De manera gradual se puede observar cómo se van desinhibiendo.
Otro modo para fomentar el habla también a través de la realización de pequeñas “actuaciones/representaciones” como si se tratara de un teatro. Establecemos anteriormente los personajes y sus diálogos, procuraremos que sean cortos y sencillos, y después pasaremos a la actuación. En esta actividad el niño/a no siente tanta ansiedad dado que los diálogos están pactados previamente y por lo tanto no se siente expuesto a dar una respuesta correcta o incorrecta.
Otra actividad que se puede proponer, es la de ensayar preguntas y respuestas. Grabar a compañeros, profesores, amigos, familiares planteando cuestiones que en un entorno no seguro, generarían una respuesta de ansiedad e inhibición, y ensayar respuestas para resolver esas cuestiones en un entorno en el que se sienta cómodo y seguro. De este modo, podemos ir practicando y ensayando la manera de resolver estas situaciones para que la persona vaya cogiendo confianza en sí misma.
Entre muchas otras, estas son algunas de las técnicas que se pueden utilizar.
Por último, me parece imprescindible recalcar el papel tan importante que tiene la familia. Son los que acompañan al niño durante todas las fases del proceso.
No tenemos que evitar situaciones sociales o tratar de resolverlas por el menor para protegerlo. Tenemos que darle la posibilidad de actuar por sí mismo.
El refuerzo positivo es una buena herramienta, cada vez que la persona haga esfuerzos por superar sus temores, hemos de valorarlos, decirles que vemos cuanto está mejorando. Comunicarles que desde un punto de vista externo y objetivo, su actuación causa un impacto positivo en el entorno.
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