Los niños son como mariposas

Cada niño/a es especial

Los niños son como mariposas en el viento…

Algunos pueden volar más alto que otros, pero cada uno vuela de la mejor forma que puede

¿Por qué comparar unos con otros?

Cada uno es diferente

Cada uno es especial

¡Cada uno es hermoso y único!

(Autor anónimo)

 

“Sus compañeros de guardería ya gatean y mi hijo ni lo intenta”

(Padre/Madre promedio)

 

Es difícil abstenerse de comparar a nuestro hijo/a con sus hermanos, primos, compañeros de colegio, vecinos, etc. El ser humano es curioso, observador, analizador… y por dentro tendemos a hacer comparaciones que, a menudo, manifestamos en conversaciones con la pareja u otros padres.

Los pequeños crecen muy rápido y de forma similar, pero debido a la multitud de variables que juegan un papel en su evolución, lo hacen con variantes y particularidades.

Desde antes de su nacimiento imaginamos como será cada paso que vendrá y, a medida que va creciendo, vemos cómo los va logrando. La primera vez que fija la mirada en nosotros, la primera vez que nos agarra el dedo… son momentos que acogemos con ternura y pasaran a formar parte de nuestros recuerdos más bien guardados.

Algunas de estas primeras acciones o comportamientos que observamos son fruto de los reflejos o respuestas a estímulos muy básicos. Pero la vida les tiene deparados muchos hitos de mayor complejidad que requieren de práctica para dominarlos: enderezar la cabeza, llevarse un objeto a la boca, sentarse solo, mantenerse de pie, señalar con el índice, entre otros.

Podríamos pensar que la capacidad de aguantar y controlar la cabeza, por ejemplo, es un acto muy sencillo, que está únicamente condicionada por la fuerza muscular del cuello. La verdad es que la visión, el oído, la motivación y el interés del niño/a por controlar el entorno, la práctica y su experiencia en diferentes posturas son también factores que facilitaran el aprendizaje del control de la cabeza. Y estos son solo algunos de ellos, pues el estilo educativo, condiciones de crianza, hábitos y rutinas familiares… también forman parte de esta intrincada ecuación.

Hay factores que son intrínsecos de cada persona. Por lo que las comparaciones son injustas, ya que todos empezamos “el juego de la vida” con cartas diferentes y únicas.

Hay otros factores en que, familia y profesionales, si tenemos un papel clave y que, dependiendo de nuestro desempeño, podemos ayudarle a alcanzar el desarrollo óptimo.

Para quienes trabajamos en pediatría es imprescindible llegar a discernir si frases como: “A esa edad, su hermano/a ya andaba solo” pueden llegar a ser un puntual retraso en la adquisición de algún hito evolutivo, si existe alguna alteración del desarrollo, para así acompañar al niño y la familia cuándo haya necesidad o, por lo contrario, se trata sólo de una peculiaridad que entra dentro de “lo esperado”.

 

Jordi Carrión
Fisioterapeuta Pediátrico

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