Las dificultades en alimentación infantil
Las dificultades en la alimentación infantil están a la orden del día. No es raro encontraros con algún caso en el que nos cuentan que su hijo/a no come ciertos alimentos o que la hora de comer se convierte en un suplicio.
Algunos casos de los que nos llegan a consulta de logopedia tienen antecedentes que justifican las dificultades de alimentación como puede ser por prematuridad, patologías neurológicas, patologías respiratorias, digestivas, ingresos hospitalarios prolongados; pero también nos encontramos con niños sin antecedentes ni patologías.
Los estudios afirman que más del 35% los niños con alteraciones del desarrollo o patologías presentan alguna dificultad con la alimentación. Sin embargo, entre un 35 – 40% de los niños sanos, sin patología previa, también presentan dificultades.
Es importante tener en cuenta la gran complejidad que implica el proceso de alimentación, ya que requiere la destreza motora oral, estabilidad postural, habilidades sensoriales, buena coordinación mano – boca y, además, es una situación social aprendida. Durante todo este proceso de alimentación entran en juego diferentes estructuras orofaciales que están en desarrollo y requieren de la coordinación de su función. Además, participan todos los sistemas sensoriales como el olfato, el gusto, la vista, el oído, el tacto y, los sistemas vestibular, propioceptivo e interioceptivo.
A pesar de que la mayoría de estas dificultades de alimentación tienen base o condición biológica, se continúa interviniendo desde la perspectiva conductual.
¿Qué entendemos por un problema de alimentación?
No hay una definición universalmente aceptada.
El Trastorno de Alimentación Pediátrica (TAP), según algunos autores, es definido como la existencia de una ingesta oral alterada, no apropiada para la edad, asociada a problemas médicos, nutricionales, de habilidades de alimentación y /o disfunción psicosocial. Para considerarse que hay un TAP tienen que presentar uno o más de los factores como son factores Médicos, factores Nutricionales, factores Sensoriomotores y/o factores Psicosociales.
Signos de alerta para detectar dificultades de alimentación:
El proceso de alimentación conlleva una interacción entre el niño y el cuidador, habitualmente su figura de apego. Por un lado, muchas dificultades en la alimentación ocurren por la alteración en esta interacción. Por otro lado, existen fenómenos normales y transitorios en el desarrollo infantil que también pueden generar dificultades para los cuidadores; entre ellos se destacan:
- Neofobia: corresponde al rechazo de alimentos nuevos o desconocidos para el niño. Es un comportamiento habitual que aparece a los 12 meses de vida y va en aumento de los 12 – 24 meses y se puede mantener hasta la preadolescencia. Normalmente, constituye un problema leve que se resuelve con exposiciones repetidas al alimento rechazado.
- Selectividad: comportamiento infantil muy frecuente, que típicamente ocurre en los periodos de transición como el destete, el inicio de la alimentación complementaria, el paso del biberón a la taza y el periodo en que el niño empieza a alimentarse solo. Hay dos tipos de selectividad:
-
- Selectividad leve: comen menos alimentos, “caprichosos”, ingiriendo suficiente cantidad de energía y nutrientes, pero la exposición repetida de alimentos no mejora la conducta alimentaria.
- Altamente selectivos: ingieren en su dieta únicamente 10 – 15 alimentos. Hay estudios que los definen como aversión alimentaria sensorial, ya que rechazan los alimentos en función de su color, textura, olor, temperatura o apariencia.
- Disminución fisiológica del apetito: niños “quisquillosos” con poco apetito. Habitualmente se trata de un problema leve o transitorio.
Papel del profesional como el logopeda
Las dificultades de alimentación son un perfil muy diverso como rechazo a la transición a alimentos sólidos, poco repertorio de alimentos aceptados, intolerancias a ciertos alimentos o texturas, emplear demasiado tiempo en comer, dificultades oromotoras para manejar alimentos y realizar correctamente las funciones de masticación y deglución, entre muchas otras.
Si se instaura la dificultad, el rechazo o la aversión, repercute sobre la nutrición, sobre el desarrollo orofacial y tiene un gran impacto sobre la conducta del niño y en la armonía familiar, dada la presión que supone el momento de la comida. De aquí la importancia del papel del logopeda en la intervención.
Es importante diferenciar cuando la dificultad que presenta el niño es de tipo motor o de tipo sensorial.
En cuanto a la coordinación motora que requiere la alimentación, las logopedas en su valoración orofacial tendrán en cuanta el ritmo, la coordinación adecuada de las funciones, la maduración y la presencia de patrones anómalos de dichas funciones, la estabilidad a nivel oral y postural.
En cuanto a las alteraciones de base sensorial, es importante que se puedan distinguir los diferentes patrones de dificultades de tipo sensorial de alimentación, para poder trabajar de manera global y conjunta abordando todas las áreas de desarrollo del niño y derivando a otros profesionales que puedan trabajar de manera conjunta los desórdenes sensoriales.
El éxito de una buena intervención logopédica será realizando una buena evaluación y recogida de la información que permita poder establecer unos objetivos justos e individualizados a cada niño, permitiendo priorizar las necesidades del niño y de la familia. Es importante que durante la terapia se crea un entorno seguro y positivo, se mejore el desarrollo oromotor del niño y se haga frente a las necesidades del niño durante el momento de la comida, con la ayuda de diferentes materiales y recursos durante la intervención del profesional como el logopeda y otros profesionales implicados en el tratamiento.
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