La importancia del juego simbólico

El juego simbólico es el juego infantil por excelencia en el que los niños imaginan ser, imitando situaciones que ven en la vida real. Este tipo de juego se caracteriza por la evocación de situaciones ficticias como si estuvieran pasando realmente. Por tanto, puede decirse que los niños pasan de ser espectadores de la realidad a ser los auténticos protagonistas. En definitiva, el juego simbólico ayuda al niño a comprender su entorno, a desarrollar su lenguaje e imaginación, a superar situaciones estresantes y a empatizar contribuyendo activamente en su desarrollo emocional.

A través de estas propuestas pueden evocar un acontecimiento vivido que les haya impresionado, tener una vivencia a partir de una aventura excitante o sencillamente imitar a sus padres en cualquier situación cotidiana. Sea cual sea el caso, el niño puede vivir y enfrentar sus miedos y sus deseos de forma simbólica. Cabe destacar a su vez que el juego simbólico también permite elaborar algunas experiencias traumáticas como la separación, la muerte o el abandono.

El juego simbólico se inicia alrededor de los 18 meses y es de tipo individual, para progresivamente ir transformándose en un juego colectivo. Al principio el juego consiste en el famoso “como si…” y en otorgar un papel a un objeto. Más adelante el símbolo es un poco más complejo y su imaginación permite ir más allá. Esto significa que un objeto puede convertirse en otro y el juego es cada vez más elaborado. Hacia los 3-4 años el juego simbólico empieza a ser mucho más colectivo, con construcciones mucho más complejas, escenarios donde intervienen diferentes personajes y donde los niños se atribuyen distintos roles llegando a hacer auténticas representaciones teatrales.

En la sala de psicomotricidad el niño manifiesta su mundo interno a través del juego simbólico cuyo contenido puede variar desde propuestas de dominación y afirmación, juegos presimbólicos o juegos que giran en torno al cuidado y todo lo que este cuidado implica. Así pues, en los juegos de dominación y afirmación el niño adopta un rol determinado y a menudo también adjudica un rol al terapeuta a partir del que va a desarrollarse una historia. En este momento podemos, como terapeutas, vislumbrar el deseo del niño, pero también sus dificultades y necesidades. Es una oportunidad para observar en qué punto de su desarrollo se encuentra y qué significantes tienen para él algunos de los elementos que aparecen. En cuanto a los juegos presimbólicos, es muy común que aparezcan los juegos de persecución y los juegos de aparecer y desaparecer. En este tipo de juegos el deseo de ser atrapado o encontrado juega un papel importante. Por último, los juegos que giran en torno a cuidar y ser cuidado ayudan al niño a restablecer relaciones de confianza con el adulto que le permitan disfrutar de la toma de conciencia de las necesidades del otro y viceversa.

Los niños viven con placer y emoción poder inventar situaciones que a menudo, en la vida real, les resultan imposibles. Es una herramienta que les permite ponerse en la piel de otro personaje a partir del que pueden conectar y empatizar con sus sentimientos, sus emociones y los roles. Jugar a ser policías, escapar de las garras de un lobo o preparar una deliciosa comida les ayuda a comprender su entorno y a desarrollar la memoria, la atención, la imaginación y la creatividad. Este tipo de propuestas también están estrechamente relacionadas con el desarrollo del lenguaje, ya que a menudo aparecen verbalizaciones que acompañan a las acciones que permiten expresar verbalmente lo que antes sólo se expresaba con acciones. Esto es muy significativo debido a que indica la posibilidad de jugar con las ideas y las intenciones a través de la imaginación y estimulando el desarrollo del lenguaje.

Desiree Casimiro

Psicóloga especialista en Psicomotricidad

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