A lo largo de nuestras vidas son muchas las cosas que aprendemos, pero no todas ellas las recordamos con el paso de los años. ¿Qué es lo que hace que nuestro cerebro recuerde unas y no las otras? Podríamos decir que, aunque no son las únicas responsables, las emociones juegan un papel fundamental en ese recuerdo a largo plazo.

Imaginemos por un momento que estamos en clase de historia; estamos leyendo detalladamente el tema sobre la segunda guerra mundial. De repente, el profesor para un momento la lectura, se levanta y comenta una curiosidad sobre lo que se está leyendo. La entonación que utiliza es totalmente distinta a la utilizada hasta el momento en clase, pone mucho más entusiasmo y lo que explica resulta muy interesante. Pasadas dos semanas, ¿qué pensáis que recordaran más los alumnos: el contenido del tema que estuvieron leyendo o la anécdota?

Para que un recuerdo pase a consolidarse en nuestra memoria necesita estar vinculado a una emoción. Aquellos aprendizajes que se generan en un aula tienden a estar asociados a emociones tanto positivas (por ejemplo, alegría) como negativas (miedo o tristeza). En esa línea es necesario remarcar que siempre resultaran más favorecedores aquellos recuerdos creados en ambientes emocionalmente positivos ya que de no ser así, el estrés o el miedo podrían interferir en ese recuerdo (a lo que educativamente se refiere). Un ejemplo sería un niño que no logra concentrarse en clase porque está pensando en que de aquí poco tendrá que salir al patio donde los compañeros de clase lo molestan.

Teniendo en cuenta ese vínculo entre aprendizaje y emociones, cuando trabajamos con niños no tenemos de olvidar la importancia de trabajar con ellos a través de esas emociones para que esas enseñanzas dejen una huella a largo plazo en su memoria. De ahí la importancia del juego en las sesiones, de los estímulos motivadores y del uso de unos recursos u otros dependiendo de sus gustos personales.

Resulta de gran importancia hacer sentir al niño una parte activa del proceso de aprendizaje. Tenemos que involucrar al niño en todo aquello que se le pretende enseñar para de esta forma fomentar su motivación y su iniciativa, dos capacidades importantísimas a lo largo de su desarrollo y de su vida.

Edna Rius