Terapia psicomotriz: ¿Jugamos?

Seguro que esta pregunta os la han hecho muchas veces… Y a los adultos nos cuesta jugar, entrar en el mundo del niño, sentarnos al suelo, correr, disfrazarnos, aceptar el desorden… Pero el juego es el mayor regalo que les podemos hacer a nuestros hijos.

La principal herramienta que los niños utilizan en su proceso de crecimiento es el juego, el cual, ya sea en un entorno terapéutico, educativo o lúdico, es una herramienta privilegiada que nos permite a los adultos acercarnos a los niños y permite a los niños crecer, aprender y resolver dificultades.

A través de los juegos, exploraciones y movimientos, el niño conoce su propio cuerpo y lo construye, conoce el medio que lo rodea, a los otros y estructura su lenguaje permitiendo aprendizajes significativos.

El juego libre, espontáneo, jugar por el placer de jugar, favorece el desarrollo motor, afectivo y cognitivo, promueve la creatividad, permite resolver dificultades a nivel simbólico, es un medio para consolidar habilidades sociales y para prevenir futuras dificultades. A través del juego el niño aprenderá hábitos como la perseverancia y la tolerancia a la frustración, repitiendo y perfeccionando, lo cual es básico para cualquier aprendizaje.

Es muy importante dejar espacios al niño para que pueda expresarse a través del juego. En casa podemos tener un espacio destinado al juego, donde se puedan mover con libertad y a la vez sea un espacio seguro, tenemos que tener en cuenta que el movimiento es primordial en los primeros años de vida. Es importante también proporcionarle materiales de juego desestructurados (que no tengan un fin concreto), como maderas, cartones, papeles, cojines, lanas, cubos, telas, cuerdas, barro… Estos materiales permitirán que puedan reproducir el juego que necesiten en su momento de crecimiento como llenar-vaciar, esconderse, construir y destruir… o el juego simbólico, representando situaciones y personajes.

Si los niños nos piden que juguemos con ellos es importante estar presentes (sin el móvil… y con la mente y el cuerpo puesta en escena), a veces necesitarán que nos impliquemos en el juego y a veces solo necesitarán que estemos allí pero acompañando, dando la seguridad que necesitan.

Compartir el juego con nuestros hijos es una oportunidad para recordar a nuestro niño interior, para desinhibirnos, saltar, gritar, reír… a veces es agotador pero también es una buena vía para liberar el estrés de nuestro mundo adulto.

Paula Lorenzo

Psicòloga. Especialista en Psicomotricitat

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