Juegos de simbolismo primario fundamentales para la apertura terapéutica

Podría decirse que la esencia de la terapia psicomotriz radica en el hecho de poder ayudar al niño a estructurar su yo corporal a través de juegos que justamente favorecen que esto ocurra, a la vez que ayudan en los procesos de transformación y de fusión-separación-representación. En este acompañamiento juega un papel importante el establecimiento de vínculos, la contención y la envoltura protectora, así como la consonancia y la seguridad afectiva.

Los juegos de los que precisamente estamos hablando son los juegos de oposición-destrucción, los juegos tónico-emocionales, los juegos sensoriomotrices, los juegos de maternaje y los juegos simbólicos. Estas propuestas tan diversas permiten al psicomotricista acompañar al niño en su camino por estructurar su yo corporal y también permiten reconstruir el diálogo tónico vivido por el niño con sus figuras de referencia.

Los juegos de oposición-destrucción parten de la destrucción y la reconstrucción simbólica del otro. El significado simbólico de los juegos de destrucción está relacionado con el deseo de diferenciación y de ser uno mismo para poder afianzar la identidad del niño. Son juegos de oposición recíproca, juegos de poder cuya finalidad es vencer, oponerse o defender. Se trata de propuestas que reafirman la continuidad del otro. Es decir, la destrucción no implica la desaparición, sino todo lo contrario. La destrucción posibilita la reconstrucción simbólica.

Los juegos tónico-emocionales hacen referencia a situaciones de seguridad profunda a partir del tono muscular y las sensaciones corporales de origen propioceptivo. Son propuestas motrices basadas en estimulaciones laberínticas y desequilibrios mediante el contacto y la excitación: balanceos, caídas controladas por el adulto, mecimientos, arrastres, giros y rotaciones, entre otros.

Los juegos sensoriomotrices son juegos corporales en los que el niño experimenta sus propios límites corporales. Se trata de propuestas en las que el control del propio cuerpo es esencial. Con los juegos sensoriomotrices el niño tiene vivencias de separación, de afirmación de la identidad, de pérdidas momentáneas de seguridad y posteriormente de recuperación. Estamos hablando de juegos de equilibrio-desequilibrio, giros y saltos, entre otros.

Los juegos de maternaje se basan en estímulos por contacto fundamentales en la construcción de los elementos sensoperceptivos y posturales que constituyen el entramado corporal del niño y que tienen por objeto establecer vínculos significativos a partir de la evocación de vivencias de sus primeros meses en los que fue sostenido y contenido. El papel del psicomotricista en este caso es permitir que el niño pueda tener vivencias adecuadas que le procuren seguridad afectiva y, como se acaba de mencionar, establecer vínculos significativos.

Por último, los juegos simbólicos son los que permiten al niño manifestar su mundo interno. Su contenido puede variar desde propuestas de dominación y afirmación, juegos presimbólicos o juegos que giran en torno al cuidado y todo lo que este cuidado implica. Así pues, en los juegos de dominación y afirmación el niño adopta un rol determinado y a menudo también adjudica un rol al terapeuta a partir del que va a desarrollarse una historia. En este momento podemos, como terapeutas, vislumbrar el deseo del niño, pero también sus dificultades y necesidades. Es una oportunidad para observar en qué punto de su desarrollo se encuentra y qué significantes tienen para él algunos de los elementos que aparecen. A través del juego simbólico el niño puede vivir y enfrentar sus miedos y sus deseos, puede integrar y elaborar algunas experiencias traumáticas como la separación, la muerte o el abandono. En cuanto a los juegos presimbólicos, es muy común que aparezcan los juegos de persecución y los juegos de aparecer y desaparecer. En este tipo de juegos el deseo de ser atrapado o encontrado juega un papel importante. Por último, los juegos que giran en torno a cuidar y ser cuidado ayudan al niño a restablecer relaciones de confianza con el adulto que le permitan disfrutar de la toma de conciencia de las necesidades del otro y viceversa.

Desiree Casimiro

Psicóloga especialista en Psicomotricidad

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