Intervención en la práctica psicomotriz educativa
La práctica psicomotriz es una manera de hacer, ser y estar con el niño, que parte de una comprensión psicológica de la acción y del movimiento.
Desde la práctica psicomotriz entendemos al niño como un ser de acción y de globalidad, con una expresividad que le es propia.
Por un lado, la globalidad implica que en cualquier acción del niño, se ponen en juego aspectos afectivos, cognitivos y motrices. Por otro, la expresividad psicomotriz es la manera que tiene el niño de ser y estar en el mundo y en la relación. Nos habla de su identidad.
Tanto la globalidad como la expresividad psicomotriz, fundamentan los principios de nuestra intervención, a través de la cual acompañamos al niño en su maduración psicológica.
La maduración psicológica es el itinerario que va de la acción, el juego y el movimiento a la generación de pensamiento, es decir, es el proceso por el que el niño accede al mundo simbólico y desarrolla sus representaciones mentales conscientes e inconscientes a partir de sus acciones, sus sensaciones y sus emociones. En este proceso, el niño evoluciona desde la globalidad a la diferenciación, de la dependencia a la autonomía y de la impulsividad a la reflexión, transformándose en un sujeto autónomo con identidad propia, capaz de pensar.
Para un buen desarrollo psíquico es imprescindible que el niño viva con placer su acción, el juego y el movimiento. Sin placer no se puede producir un buen desarrollo e integración somato-psíquica.
En la práctica psicomotriz existen dos niveles de intervención:
El nivel educativo o preventivo. Los objetivos de este nivel son ayudar al niño a que madure armoniosamente y a que desarrolle sus competencias simbólicas.
El nivel de ayuda o terapéutico. Los objetivos son que el niño adquiera una dinámica de comunicación, que se establezca una relación transferencial y segurizante y que reinstaure el vínculo entre el cuerpo y el psiquismo.
El principal objetivo en la práctica psicomotriz educativa es favorecer el desarrollo de la expresividad psicomotriz, llevando al niño a la comunicación, a la creación y al acceso a la simbolización, es decir:
Despertar en el niño el deseo y el placer de comunicarse. El niño que comunica está abierto al otro, puede prestar atención, escuchar, descentrarse (parar, esperar, mirar) para recibir lo que viene del otro. Siente placer al compartir con los otros, al intercambiar. La comunicación supone pasar de la fusionalidad a la separación y a la diferenciación (lugar para el TU-YO).
Despertar en el niño el placer de crear. El niño es creativo cuando proyecta en el exterior algo de su interior, cuando comunica lo que sabe y lo que siente a través del movimiento, de su juego, de su lenguaje, de su expresión gráfica y plástica,… La capacidad del niño de crear es un índice de bienestar y refleja su seguridad afectiva. El niño empieza a crear en el momento que empieza a separarse.
Despertar en el niño el placer de pensar. El niño accede al pensamiento operativo y a las competencias simbólicas cuando puede desvincularse de sí mismo y ponerse en el lugar del otro. En un principio, el niño ve el mundo exterior deformado por sus emociones y por el pensamiento mágico, permaneciendo centralizado en sí mismo. A través de su cuerpo, simboliza o representa su mundo, mediante el juego y la acción. No es hasta los 5 años cuando el niño empieza a descentrarse.
Para conseguir estos objetivos, trabajamos aspectos del desarrollo como: el establecimiento y desarrollo del vínculo afectivo, la comunicación tónico-emocional, la tolerancia a la frustración y la espera, las normas y límites que rigen la vida social, la exploración y relación con el entorno, con los objetos y con los iguales, el descubrimiento de sí mismo (identidad), el desarrollo y disfrute del juego sensoriomotor (paso previo a un desarrollo cognitivo más elevado), el desarrollo del equilibrio….
Los niños encuentran en la sala de psicomotricidad un entorno favorable para la libertad de movimiento, donde se sienten seguros y confiados y también encuentran a un adulto en relación. Necesitan expresar todo lo que tienen dentro: alegría, rabia, miedo, tristeza, frustración… y lo hacen a través de su expresividad motriz: saltan, corren, ríen, gritan, hacen volteretas, juegan solos o con los demás….cada acción surge de lo más profundo de cada niño, respondiendo a su necesidad y todo tiene un sentido. Entender el sentido de las acciones de los niños nos permite a los psicomotricistas, realizar una intervención ajustada mediante la cual, el niño puede transformar sus impulsos, canalizarlos, expresarlos o incluso los puede representar en imágenes y creaciones propias.
En la práctica psicomotriz el protagonista es el niño. Cada niño tiene su ritmo de desarrollo, tiene sus deseos, sus motivaciones, sus miedos, sus angustias, su historia familiar… pero todos encuentran en la sala de psicomotricidad un espacio de placer, de disfrute, de aceptación y de cambio hacia la autonomía.
Carmen Leiva
Psicóloga especialista en Psicomotricidad
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