Hábitos para mejorar la inteligencia emocional

La inteligencia emocional supone un concepto nuevo para entender el desarrollo y aprendizaje integral de los niños, exigiendo un estilo educativo que abastece todas las facetas de los niños y no solamente la académica. Es la herramienta fundamental de motivación y aprendizaje para trabajar las competencias, no solo de los más pequeños, sino de todas las edades y circunstancias, y nos obliga a replantear los términos de la inteligencia.

Fue en el año 1990 cuando Peter Salovey y John Mayer definieron por primera vez la inteligencia emocional como la capacidad de controlar y regular los sentimientos de uno mismo y de los demás, motivarnos y controlar nuestras emociones y las de los demás. Se incluye un alto número de habilidades como la empatía, la capacidad de resolución de conflictos interpersonales, independencia, amabilidad, persistencia, habilidades sociales o autocontrol. Aunque algunas de éstas competencias son heredadas, es necesario su entrenamiento y desarrollo para conseguir un control y bienestar en el día a día, facilitándonos así las relaciones, permitiendo conseguir metas y superar obstáculos.

Hábitos de personas con alta inteligencia emocional

Diferentes rutinas y prácticas cotidianas nos pueden ayudar a posicionarnos y mejorar las competencias emocionales, desarrollando así estrategias que nos faciliten el desarrollo de ésta inteligencia y nos acerque más fácilmente al éxito.

Capacidad de comunicar las experiencias emocionales:

De niños, nos enseñan las emociones básicas como base de futuros aprendizajes, por ejemplo la felicidad, la tristeza o la vergüenza. Pero es a la edad adulta que éste vocabulario ha tenido que ser ampliado para describir la complejidad de situaciones vividas, proporcionando así la posibilidad de introspección y comprensión de la esfera emocional, personal y de los que nos rodean. Para comprender, gestionar y regular las emociones es imprescindible hacer un buen reconocimiento y expresión de sentimientos que reflejen como nos sentimos.

Identificación de fortaleza y debilidades:

Todo el mundo tiene más facilidades para realizar determinadas tareas, y dificultades para desarrollar otras; el autoconocimiento de éstas virtudes y debilidades facilita la focalización de esfuerzos ante cualquier reto, nos ayuda a encarar objetivos y entrenarnos para metas complicadas, ahorrando energías y potenciando aprendizajes

Son asertivos:

Una de las competencias más importante es la habilidad de defender adecuadamente nuestros sentimientos y puntos de vista, respetando la opinión de los demás, y sabiendo decir “no” con firmeza y sin miedo. La asertividad es básica en todos los ámbitos cotidianos, sobretodo en el laboral y social, aumentando las oportunidades de éxito y bien estar.

Propuesta de soluciones ante el problema:

Las personas emocionalmente inteligentes son capaces de visualizar la situación e identificar claramente la fuente de sus sentimientos, aunque sea en medio de emociones complejas como el amor o la tristeza. La clave para responder ante cualquier conflicto es localizar el punto inicial de malestar, reconociendo la causa y facilitando así una respuesta más objetiva a la situación.

Se focalizan hacía lo positivo:

Sin dejar de visualizar la situación con todos sus matices, esta capacidad de centrarse en los aspectos más positivos hace apreciar las diferentes opciones nos ahorra tiempo y energías y proporciona respuestas más adaptativas a los problemas. Es muy difícil aportar buenas respuestas si estamos bloqueados o ansiosos; buscar soluciones será más sencillo si mantenemos una conducta serena y positiva con esperanza de resolución.

Se cuidan y dan importancia a la salud:

Dormir las horas necesarias, hacer deporte, limitar la ingesta de cafeína o alcohol, mantener una dieta equilibrada y no fumar. Las personas emocionalmente inteligentes entienden que para cuidar su vida socioafectiva y mental es necesario cuidar también la física, así como a la inversa. Llevar una vida saludable potencia las energías y oportunidades de bienestar mejorando la calidad de vida.

Son fuertes y no se ofenden con facilidad:

Las personas con competencia emocional se caracterizan por una personalidad trabajada, una gran confianza en sí mismos, y una mente abierta; es a partir del autoconocimiento y la aceptación de uno mismo que se permite mantener serenidad ante las críticas y no dar valor a comentarios maliciosos, reforzando la capacidad de autorreflexión y de risas de uno mismo.

Evitan relaciones tóxicas:

Las relaciones sociales alimentan nuestra personalidad y conductas, entendiendo así que nuestro entorno será parte motivadora de nuestro desarrollo. Si en vez de rodearnos de personas optimistas y con energía nos rodeamos de personas perjudiciales, nuestro crecimiento y evolución será más dificultoso y confuso.

Son proactivos, no reactivos:

Moverse ante las exigencias, responder de forma rápida y eficaz en el conflicto o aportar soluciones y estrategias de resolución son algunas de las características necesarias para mantener una mentalidad y actitud de éxito a favor de los objetivos. Rechazar una actitud pasiva ante complicaciones y adaptar un rol participativo es la clave para crecer y evolucionar.

Motivación para el cambio y facilidad para pasar página:

Cambiar forma parte del progreso, y la adaptación es la herramienta necesaria para gestionar la incerteza y beneficiarse, aprendiendo de episodios pasados y visualizando el futuro constantemente; de esta manera se ofrecen nuevas experiencias y oportunidades que enriquecen la personalidad de cada uno, influyendo positivamente en el carácter.

Marta Carrera

Psicóloga especialista en Clínica y Salud

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