El juego en la infancia

El juego es el primer acto creativo del ser humano. Comienza cuando el niño es un bebé, a través del vínculo que establece con lo externo y sus propias necesidades, deseos y fantasías.

El juego estimula el desarrollo de las diferentes áreas: psicomotriz, cognitiva y afectivo-social. Además contribuye a incrementar su capacidad de creación y se convierte en un medio para el establecimiento y la consolidación de habilidades y destrezas sociales como el respeto, los turnos, el intercambio…

También representa un medio para la consolidación de hábitos importantes como la perseverancia o la capacidad de resistencia a la frustración.

Mediante el juego, el niño es capaz de expresar tanto su mundo afectivo como su mundo cognitivo.

Utiliza el juego para hablarnos de aquello que siente. A través de este medio, elabora experiencias y situaciones que le resultan difíciles de afrontar. Expresa todo lo que sabe en sus creaciones. Representa aquellas situaciones de su vida que le generan un conflicto.

El juego es la herramienta que nos permite transformar todo aquello que forma parte de las propias inquietudes y dudas del niño, aquellas emociones que no sabe cómo gestionar.

El juego ofrece un espacio único que nos permite recrear y vivenciar las experiencias que el niño necesita para poder asimilar, procesar y reestructurar toda esa información y todas esas emociones que le van generando las diferentes situaciones que se van dando en su día a día. Le ayuda a comprender su realidad y a resolver y dominar las dificultades del pasado, presente o futuro.

El juego es algo único, e irrepetible en cada niño. Si somos capaces de observar con detenimiento, nos podremos dar cuenta de aquello que está expresando ya que a través del juego, los niños comunican sus deseos, necesidades y procesos por los que están atravesando y pueden enfrentarse a los problemas de manera simbólica.

A través de sus representaciones y creaciones podemos ver como tratan a otros, o como sienten que son tratados. Podemos observar si prefiere un juego compartido o por el contrario necesita jugar solo. Podemos darnos cuenta de cuál es su forma de acercarse a los demás. Podemos ver si su juego es tranquilo o si el juego le sirve como instrumento de descarga física y emocional. Nos muestra como cuida a sus muñecos y nos habla de cómo le gustaría ser cuidado.

El juego es evolutivo:

Los primeros juegos que aparecen son los juegos de seguridad profunda: en estos juegos incluimos los juegos movidos por el adulto, como pueden ser los balanceos, caricias, mecer, acunar, lanzar…

Juegos de seguridad profunda en los que el niño juega a perder el control del propio cuerpo, a través de los desequilibrios, caídas (sintiendo el placer de caer). Son juegos de gran descarga tónico-emocional a través de los cuales expresan la vida emocional profunda.

Juegos presimbólicos (hasta los 3 años aproximadamente): estos juegos están conectados con el proceso de separación – individuación y diferenciación del otro. Constituyen un modo de jugar la angustia de pérdida. El niño juega su dinámica de apegarse y despegarse.

Son juegos como los de aparecer y desaparecer, vaciar y llenar, abrir y cerrar, coger y escapar o el escondite.

Juego sensorio-motor: El objetivo de este juego es el de poder vivir el placer sensoriomotriz con seguridad. Está muy relacionado con las competencias motrices de cada niño.

Este tipo de juego, permite al niño separarse a través de la acción y el movimiento. Le ofrece la posibilidad de descubrir el mundo. Es muy importante que el adulto actúe como facilitador de experiencias.

Juego simbólico (de 2 a 7 años aproximadamente): Cuando el niño accede a la función simbólica pasa de la acción a la simbolización. Este tipo de juego fomenta la capacidad para representar e imaginar experiencias. El niño va construyendo las diferentes escenas en función de su realidad y fantasía.

La función de este juego es la de ajustar la realidad a sus deseos, transformar el mundo para hacerlo soportable, elaborar experiencias difíciles del presente o del futuro y poder desdramatizarlas tomando un papel activo en el dominio de sus dificultades.

El adulto puede intervenir como compañero simbólico de este juego.

Juegos de representación: Este tipo de juegos les permiten tomar distancia de sus vivencias emocionales y de la acción motriz global. Invitan al reposo, a la calma y al silencio.

Se requieren materiales como por ejemplo maderas, plastilina, barro, papel…

Cuando el niño ha terminado su creación, puede hablar de ella y explicar lo que representa.

Las producciones del niño van evolucionando a la misma vez que lo hace el juego.

Para finalizar, es importante recalcar aquellas actitudes en el adulto, que favorecerán y ayudarán al niño en su capacidad y competencia para la interacción:

La implicación, el ajuste adecuado al niño y a su juego. Permitir que sea el propio niño quien tome la iniciativa y facilitarle ayuda si requiere de ella. Por otro lado, es adecuado favorecer una relación recíproca e igualitaria, y por último, mantener una actitud abierta, es decir, valorar el juego divergente y no imponer la concepción adulta del juego.

Ariadna Torreblanca
Psicóloga. Especialista en Psicomotricidad

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