¿EDUCACIÓN SEXUAL? Si son niñ@s…
Aquellos niños/as que los padres y madres aún piensan que son muy pequeños, pero que su desarrollo físico ya los sitúa en las puertas de la adultez (la pubertad), deben saber con claridad en qué consisten las relaciones sexuales porque estos/as, a nivel cognitivo ya tienen los recursos necesarios para comprender el proceso de la reproducción y fecundación en su totalidad.
En la pubertad deberían poder nombrar los genitales externos e internos tanto de hombres como de mujeres y deberían ser capaces de describir el proceso de la fecundación y reproducción desde la relación amorosa de la pareja hasta el nacimiento del bebé.
Para completar la información de etapas anteriores, deben comprender el papel que cumplen en la relación sexual conceptos como: el deseo, la excitación, la erección, la eyaculación y la lubricación vaginal. A esta edad, ya se les puede ofrecer todos los datos, no es necesaria una visión simplificada de los hechos, sino una explicación completa de cómo viene el bebé al mundo desde la concepción hasta el parto pasando por el embarazo.
Todo esto debería poder explicarse con libros e imágenes; no es necesario que los padres sean expertos en biología ni en sexología para transmitir estos conceptos.
Para los niños y niñas de esta edad hay libros muy completos con toda la información que precisan. Pero no se trata de regalarles los libros o de dejarlos por la casa para que los lean solos, sino más bien, de leerlos juntos y aprender entre todos. Los libros quedarán en la biblioteca familiar o en la biblioteca del niño para que puedan ser consultados todas las veces que sea necesario. A veces, los púberes los leen por primera vez con sus padres o hermanos mayores y más adelante los releen solos o con sus amigos cuando vienen de visita.
Además de todos estos conocimientos de tipo más científico, los padres deberían transmitir a los hijos sus propias opiniones, lo que ellos piensan acerca de las relaciones sexuales, de la pareja y de los hijos en general. Es decir, sus propios valores.
Antes de hablar con los hijos, los padres deben ponerse de acuerdo entre ellos para no confundir al púber en un momento en el que aún no tiene una idea formada acerca de estos temas. No se puede decir hoy una cosa y mañana otra diferente ni tampoco transmitir una idea absolutamente contraria a la del otro progenitor. Esto no significa que deban tener una visión única de todos los temas; las diferencias entre ambos padres pueden mostrarse en un marco de tolerancia y respeto, pero al niño debe quedarle claro lo que ellos piensan con respecto a las cosas importantes.
Por ahora el/la púber no se diferencia radicalmente de sus padres en temas como la sexualidad, pero esto quizá pasará más adelante en la adolescencia, por eso conviene aprovechar para hablar con ellos cuando todavía están receptivos.
Otro tema muy importante que se debe tratar en casa es el abuso sexual. Deben saber que hay adultos que buscan tener relaciones sexuales con niños pero que esos comportamientos no son normales y no se pueden aceptar. A esta edad ya se les puede explicar que la pedofilia es un delito penado por la ley y que ellos tienen derecho a denunciarlo hablando con un adulto de confianza. También se puede hablar de que hay adultos que fuerzan a otros adultos o jóvenes a tener relaciones sexuales contra su voluntad, lo que se denomina violación y que también es un delito castigado por la ley.
Asimismo, puede mencionarse el exhibicionismo explicando que es una conducta que también debe ser denunciada, por ejemplo: «Si, cuando vas por la calle, ves a alguien que se baja el pantalón o se abre la cremallera para mostrar los genitales, debes contarlo en casa o en el colegio».
Se puede pensar, de forma errónea, que, para mantener a un niño «inocente», es mejor que no sepa ciertas cosas, pero la realidad es que un niño educado con silencios, prejuicios o temores con relación a la sexualidad, no será inocente sino ignorante. La ignorancia no ayuda a defenderse.
Ante una situación desconocida somos más vulnerables dado que no podemos predecir qué va a pasar, qué puede salir mal y qué posibles opciones de respuesta habremos de desplegar para resolver esa situación. El desconocimiento nos hace más inseguros, ya que sin datos no podemos prever nuestra actuación.
Pero eso no es todo; el desconocimiento hace desatar la imaginación ya que el ser humano necesita comprender el mundo que lo rodea y, ante la falta de respuestas, proliferan las explicaciones fantasiosas, las conclusiones erróneas basadas en datos dispersos que se escuchan o leen de forma clandestina, la información que va de boca en boca sin ser comprendida del todo y con los consiguientes añadidos que le pone cada cual…
En definitiva, ante el desconocimiento se completan esos «vacíos» con lo que se va encontrando, sea cierto o no, y eso puede llegar a ser muy peligroso para el desarrollo de nuestro hijo/a.
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