Cuando aparecen las rabietas: ¿Cómo afrontar esta etapa de forma respetuosa?
Hacia los dos o tres años, los niños experimentan todo tipo de cambios importantes: hay muchos avances en la motricidad, que les da más capacidad para explorar lo que les rodea; intelectualmente, es una etapa llena de aprendizajes, se amplía mucho el vocabulario, desarrollan la imaginación, imitan el comportamiento de los mayores, etc. Pero el gran cambio es sobretodo social y emocional. Tienen ganas de hacer cosas por sí mismos y de investigar, pero a medida que adquieren más autonomía, se encuentran con más prohibiciones por parte de los adultos, porque lógicamente no están preparados para ser independientes. Esto les desconcierta muchísimo y les lleva a frustrarse muy a menudo. Se suele pensar que tienen este comportamiento para desafiarnos, pero lo cierto es que la causa de su rebeldía es que están tomando conciencia de ellos mismos y aprendiendo a autoafirmarse como seres autónomos. Entonces, suelen aparecer estos cambios de conducta, tales como:
Más inquietud e irritabilidad
Tiende a negarse a todo, y decir “no” constantemente
Se muestra más posesivo
Desafía la autoridad de los padres
Expresa sus necesidades de forma agresiva
Tiene cambios de humor inesperados
Exige todo lo que quiere de forma inmediata
Rechaza ayuda
Cambio de gustos o preferencias
Muerde, pega o agrede cuando está nervioso o no consigue sus demandas
En este entrenamiento de la autonomía, les es muy difícil acatar las normas que les ponemos y tener que esperar para lograr sus deseos, como, por ejemplo, dejar de jugar para irse a poner el pijama. Para consolidar ese “yo” que están construyendo, se oponen a los límites, reforzando su personalidad.
Algunos ejemplos prácticos:
– Oportunidades de ser autónomo: dejar elegir en momentos que se pueda hacer: ¿nos llevamos el cuento o el peluche? ¿Quieres melón o fresa? Y ser firmes cuando no haya opción de que pueda escoger: no puedes comer helado antes de comer.
Dejarle participar en tareas cotidianas como hacer la compra, llevar cosas a la mesa, etc. ¡Les encanta!
– No usar frases interrogativas: ¿vamos a dormir? / vamos a dormir.
– Usar siempre el refuerzo positivo: felicitamos cuando tenga una actitud colaboradora, a los niños les encanta ver a sus padres contentos cuando hacen algo que está bien. ¡Un abrazo, un beso o una sonrisa son los mejores premios!
– Usar juegos en los que haya “turnos” (ahora tu, ahora yo): así aprenderán a esperar y a escuchar.
CÓMO ENSEÑAMOS A TOLERAR LA FRUSTRACIÓN?
¿Cuál es la consecuencia más común al sentir frustración? Una rabieta o un berrinche, habitual en esta etapa, pero tenemos que saber que la solución no es siempre ceder ni consentir que el niño haga lo que quiera en cada momento para evitarlas, porque, aunque en el momento resulten incómodas y nos puedan desbordar, cuando un niño no tiene límites se siente perdido e inseguro, por eso enseñarles a tolerar esa frustración es muy importante en el desarrollo emocional.
A menudo interpretamos las rabietas o los enfados de los niños como signos de agresividad y egoísmo y eso nos provoca a nosotros reacciones negativas de rabia q nos hacen actuar gritando y sancionando de forma inadecuada. Nos olvidamos que nacemos sin saber relacionarnos y que lo vamos aprendiendo a medida que lo practicamos, muchas veces no son otra cosa que tanteos en el aprendizaje de las relaciones y la convivencia. Tener eso claro, nos ayudará a penalizar las conductas y no a los niños.
Les enseñamos a tolerar la frustración si ayudamos a identificar y gestionar las emociones, por el contrario, si solamente reprimimos esas emociones, el niño no será capaz de sobrellevar esas situaciones en las que se obstina y se pone nervioso.
PRÁCTICOS PARA MOMENTOS CONFLICTIVOS:
• Hablarle siempre a su altura, agachándonos para que nos puedan mirar a los ojos.
• No intentar explicar ni negociar cuando están desbordados emocionalmente. No es capaz gestionar lo que le pasa y escucharnos. En la medida de lo posible, intentaremos buscar un lugar tranquilo para que pueda calmarse.
• Ofrecer un abrazo de contención, si lo quieren.
• Nombrar la emoción que está viviendo, haciéndole ver que entendemos lo que le pasa y ofrecer una alternativa en la medida de lo posible. Por ejemplo: sé que estás enfadado porque no quieres irte a casa, pero cuando lleguemos leeremos un cuento juntos.
• Usar frases cortas y claras, evitar largas explicaciones. Hablaremos con cariño y firmeza.
• Hacerle saber que desaprobamos su conducta, pero no a ellos. Por ejemplo, decirle “no me gusta lo que estás haciendo” en vez de “eres desordenado, desobediente o malo”.
• Ofrecer una alternativa cuando tengan una conducta inadecuada, como, por ejemplo: “en el sofá no se pinta, podemos pintar en estas hojas de papel.” De esta manera, tienen la oportunidad de mejorar y no repetir la misma conducta.
No olvidemos que las palabras mágicas que nos ayudarán en todos los momentos de la crianza de nuestros hijos siempre serán: AMOR Y PACIENCIA.
Gretel Savall. Psicóloga especialista en Pedagogía Sistémica
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