Controlamos la impulsividad a través de la técnica de la tortuga
Hoy os hablamos de una técnica de modificación de conducta basada en el autocontrol, que nos será de gran utilidad para ayudar a nuestros pequeños/as a adquirir estrategias para gestionar aquellas situaciones que requieran el control de impulsos y emociones. Esta técnica está especialmente indicada para niños y niñas de educación infantil y primer ciclo de educación primaria.
Alguno de los ejemplos más habituales de impulsividad que nos encontramos en niños y niñas son: accidentes por conductas de riesgo, hablar sin esperar su turno (interrupciones respondiendo antes que acabe de hablar o preguntar la otra persona), apresurarse en contestar o hacer los deberes, cometiendo muchos errores, no respetar las reglas en el juego con iguales, conflictos con sus compañeros que se traducen en pegar, gritar o insultar o rabietas en diversas situaciones (supermercados, en el juego…).
El objetivo de esta sencilla técnica es que los niños aprendan a manejar sus impulsos actuando de manera más pausada y racional, pensando las consecuencias que tienen cada acto o cada expresión de sus sentimientos. El esquema sería el siguiente:
En los niños más pequeños aconsejo leerles previamente el cuento de la tortuga (Podéis buscarlo en internet. A mí me gusta mucho el de la tortuga Manolita, pero cualquiera os puede servir). De esta forma, intentaremos que el niño/a se identifique con la tortuguita y en cómo controla ella la situación, identificando sus emociones, un problema o una situación determinada en la que es necesario pararnos a pensar.
El siguiente paso sería enseñarles el significado de la palabra STOP delante de una situación estresante. Cuando el niño consigue entender el significado de la palabra «STOP», es momento de ayudarle a relajarse simulando los movimientos lentos de la tortuguita cuando se mete dentro de su caparazón (de forma imaginaria o físicamente). EL objetivo con este paso sería ayudar al niño/a a pasar de la tensión a la relajación: le pedimos que lentamente cuente hasta tres. Cuando ya hemos conseguido calmarlo, es el momento en el que debemos ayudarle a definir el problema que nos ha llevado hasta aquí y buscar respuestas, alternativas o soluciones a las diferentes situaciones en que el niño/a tenga dificultad a la hora de controlar e sus impulsos o las emociones.
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