Bebés prematuros y atención psicomotriz
Un nacimiento prematuro se da cuando un bebé nace antes de completar 37 semanas de embarazo.
Un crecimiento y desarrollo importante del bebé ocurre durante el embarazo, sobre todo en los últimos meses y semanas. Debido a que nacen muy pronto, los prematuros pesan mucho menos que los bebés que completaron su gestación.
Los recién nacidos prematuros pueden tener problemas de salud ya que sus órganos no tuvieron el tiempo suficiente para desarrollarse.
Nacer antes de tiempo implica una serie de inconvenientes, tanto para los padres como para el bebé recién nacido.
Para los padres, porque al adelantarse el nacimiento, los coge desprevenidos y les hace enfrentarse a una situación de incertidumbre ante las posibles complicaciones de ese hijo inmaduro. El miedo y la inseguridad se apodera de ellos al tener que asumir una situación desconocida, al ver que su hijo tiene que permanecer separado de ellos y sometido a unos cuidados médicos indispensables para sobrevivir.
En el caso del bebé, pasa bruscamente de la situación de bienestar en el seno materno y, como consecuencia de las posibles complicaciones que conlleva nacer de forma prematura, pasa a estar sometido a una serie de estímulos mayoritariamente desagradables y aislado de un entorno afectivo que habitualmente da contención a cualquier bebé en el momento de nacer.
Tratar de aminorar estos inconvenientes es el objetivo de la intervención psicomotriz con los bebés nacidos de forma prematura, ofreciendo apoyo y acompañamiento a la familia y procurando un entorno y sensaciones agradables al bebé, que reduzca la situación de estrés a los que ambos se ven sometidos.
Punto de partida:
Para facilitar la construcción de su identidad corporal y su propia supervivencia, el niño/a viene dotado naturalmente de los mecanismos que facilitarán la vinculación con el entorno. Estos mecanismos son fundamentalmente, al inicio, el reflejo de succión que le permite alimentarse; el llanto, como forma de manifestar sus necesidades y conseguir la respuesta de su entorno a las demandas de todo tipo, no sólo las fisiológicas, sino las de cualquier malestar o incomodidad; y el reflejo de agarrarse, aferrarse literalmente al cuerpo del otro y que le permite apoyar su cuerpo y ajustarse para ser sostenido.
Con posterioridad, hablamos de los dos o tres primeros meses de vida, las conductas de apego (Bowlby, 1998) continúan desarrollándose con la posibilidad de hacer seguimiento visual de las personas y la aparición de la sonrisa como respuesta a las interacciones sociales, ayudando a establecer fuertes vínculos con las personas de su entorno próximo.
Winnicott, plantea que, en una segunda etapa, el bebé empieza a disfrutar de las posibilidades de su propio movimiento y es la madre la que alienta y favorece estas posibilidades de movimiento mediante el contacto y el refuerzo social que supone su tono de voz y expresiones faciales.
En una tercera etapa es el medio el que sorprende al niño/a mediante un estímulo que le sobrepasa y genera una reacción de movimiento que irá regulando poco a poco para poderse apropiar de ese medio, siendo la madre nuevamente la encargada de despertar el interés por los estímulos externos.
¿Cómo intervenimos en el ámbito de la terapia psicomotriz?
Tenemos que situarnos en el proceso del establecimiento de los vínculos, centrándonos fundamentalmente en la dinámica relacional y la toma de conciencia de la totalidad corporal, mediante experiencias de placer, como base para favorecer el desarrollo de los hitos evolutivos, asumiendo que la identidad no puede comprenderse más que en una relación dialéctica de identificación con la figura de apego, como objeto de placer y de deseo; y de separación, de diferenciación respecto a esta figura. (Aucouturier, 2002).
La relación con el bebé:
En una primera etapa (sostén) la intervención psicomotriz consiste fundamentalmente a dar la contención física y afectiva mediante el contacto de nuestras manos con todo su cuerpo, un intento de poner límite a ese cuerpo que tiene limitaciones para ser sostenido.
A medida que el niño va tolerando la relación y puede permanecer breves períodos de tiempo fuera de la incubadora o en la cunita térmica, trataremos de intensificar las posibilidades de movimiento y el contacto corporal con el adulto, para ir introduciendo paulatinamente algunos objetos con sonidos agradables y colores llamativos, observando sus capacidades de orientación, guiándole hacia la búsqueda de ese objeto externo, acercándole su mano para que sienta nuevas superficies y se sensibilice para desarrollar poco a poco la prensión.
Todas estas sensaciones provocan un reconocimiento de sí, de los límites, de las competencias, encaminado a una construcción de la identificación en dos direcciones, hacia dentro, como ser que recibe, que siente, que completa; y hacia fuera, como ser que expresa, que modifica, que actúa.
Según muestran los resultados del Proyecto Amanda (proyecto de investigación desarrollado en la Unidad de Neonatología del Hospital Universitario de Canarias) Existe una ligera tendencia a mejorar el desarrollo global del bebé prematuro que ha recibido estimulación psicomotriz.
Ariadna Torreblanca
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